Agnes

 

AgnesMi nombre es Agnes, soy amiga de la Comunidad. Estoy casada, mi esposo se llama Julio es médico y tuve 6 hijos: Julio, Ines, Sofia, Pablo, Carolina y Pedro.
Hace rato que sentía la necesidad de compartir con ustedes un poco de mi historia.
Recuerdo un encuentro de amigos de la Comunidad Cenacolo, las reflexiones del P. Eduardo sobre el encuentro definitivo con Dios y las palabras de P. Eugenio sobre la realidad de Sor Elvira, estas palabras abrieron mi Corazón, y me hicieron volver a mirar mi historia y ver el paso de Dios en ella. Vinieron a mi tantos momentos, y sentimientos, muchos de ellos difíciles de expresar con palabras.
Recuerdo un día en especial en mi vida, en el cual se me acerco un sacerdote y me nombro de tal forma que sentí que era Dios que me llamaba y me decía: “¿Agnès, dónde estás?”
En ese tiempo yo no rezaba y a Misa iba una o dos veces al año para Pascua y Navidad. A mis hijos les transmití muy poco de mi fe, fueron a colegio católico y para mí con eso bastaba.

En mi familia, mamá era de misa diaria y cuando éramos chicos todas las noches nos llamaba alrededor de su cama para rezar, y nos enseño a compartir con el que menos tiene. Papá también era religioso, no de ir a misa diaria pero sí los domingos y la Semana Santa fueron muy importantes para él. Él era francés y había estado en la segunda Guerra mundial, era una persona en la que se sentían las heridas de la Guerra, y de su propia historia familiar, no tenía paz en su corazón. Había momentos que explotaba con nosotros. Mamá nos decía que había que entenderlo ya que él había estado en la guerra. Mucha de esa violencia la tenía yo también adentro mío.
Después que me sentí nombrada por Dios, no pude quedarme como estaba, sentí que tenía que ponerme en camino, sentía una necesidad de encontrar a ese Dios que me había llamado.

Me acerqué a la parroquia y comencé a colaborar en la catequesis familiar pero en ese entonces estaba muy bloqueada, no podía hablar, me era muy difícil expresarme solo participaba como espectadora. Me sentía vacía.
Hasta ese momento vivía en la oscuridad, sin esperanza, la violencia de papá, un abuso, la muerte de mi primer hijo, la muerte de un hermano, me habían llevado a un abismo. Solo la ternura de Dios y el haberme sentido llamada por Él pudieron romper el hielo en el que estaba sumergida.
Poco a poco fui despertando a una nueva vida, el Rosario junto a María, y la luz de la Palabra de Dios me mostraban el camino.
Después de la parroquia comencé a colaborar en la capilla del Hospital de Niños acompañando a las familias, y dando catequesis a niños en su fase terminal. Fue un tiempo de gracias y bendición. Pero mis fuerzas comenzaron a flaquear nuevamente, me costaba mucho ir al hospital, lo sentía como una carga. Parecía que me deslizaba hacia la muerte con cada chico que acompañaba.

En ese momento Dios me abrió otra puerta: la de la Comunita Cenacolo. Una puerta que me mostraba un camino diferente: queriendo morir me mostraba el camino hacia la vida, “de las tinieblas a la luz”. En ese entonces colaboraba con el P. Carlos en un hospital de adultos visitándolos. y el me invito a un retiro para Argentinos en Medjugorje que lo predicaba el padre Jozo y a participar de la clausura de la puerta Santa el 6 de enero 2001. Pensé:¡ un retiro!!!! Sí, necesito un retiro.
En Roma, fue una experiencia única ver a nuestro Papa Juan Pablo II entrar a la plaza, doblado en dos, arrastrándose físicamente, pero con una fortaleza espiritual que lo mantenía de pie y llegaba a cada corazón de los que estábamos en la plaza. Sentí que él llevaba a toda la humanidad sobre sus hombros y a su vez nos llevaba a la puerta, esa Puerta Santa, símbolo del paso al encuentro definitivo con Dios.
Ya en Croacia, hicimos nuestro retiro en una casa para los huérfanos de la Guerra que tienen los Franciscanos. En el primer día de retiro el padre Jozo nos pidió que nos presentáramos, escuchaba atenta las preguntas que el padre Jozo hacia a cada uno e iba preparando mi respuesta. Cuando llego mi turno me pregunto algo totalmente diferente y me descolocó: “¿Usted cree en los Milagros?” Me quedé muy sorprendida con su pregunta ya que había tenido un cáncer y me habían dado un año de vida pero nunca más volvió. Me había curado. Fue un milagro de la Virgen del Rosario de San Nicolás, yo en lo profundo lo sabía, pero pocas veces lo había contado. ¡¡Gracias Madre!!
Esos días de retiro fueron días de mucha gracia y sanación.
Ya en Medjugorje, al padre Carlos lo invitaron a celebrar Misa en la Comunidad Cenacolo, y me invitó a ir con él. Fuimos dos días a la casa de los jóvenes varones y un día a la casa de las mujeres.
Me quede muy impactada en cada Misa y con el testimonio de vida de esos jóvenes. Sentí que Dios volvía a tocar mi Corazón.

Agnes y SofiaCuando volvimos a Bs As. un día escuche el testimonio del padre Eduardo que acababa de volver de Medjugorje (ya lo conocía) y comenzó a hablar de la Comunidad Cenacolo. Me dije tengo que hablar con él, tiene que comunicarse con el padre Carlos para traer la Comunidad a la Argentina. Era el 8 de Mayo, día de la Virgen de Luján. En ese momento comenzamos nuestros primeros pasos.
Cuando la Comunidad Cenacolo abrió sus puertas en Argentina, con Julio mi esposo empezamos a hacer un nuevo camino juntos.
Desde que estoy en camino, ya más de diez años, hablé muy poco, hoy siento la necesidad de expresar esto que estoy viviendo, este paso de Dios por mi historia. Este paso de Dios que día a día me sorprende. Soy muy débil y me olvido muy rápidamente, me cuesta creer y muchas veces dudo. Pero Dios no se cansa de levantarme, de llamarme, de buscarme y sostenerme. ¡Gracias, gracias, gracias, Señor!
La Comunidad me ha enseña a confiar, a confiar en el hombre y a amarlo, me enseña a poder dar un abrazo sin sentirme usada, me enseña que todos estamos heridos, que todos estamos necesitados de Amor, y de Perdón, pero sobre todo me enseña a vivir la alegría de saberme hija de Dios, amada por Él.
En estos días en los cuales compartimos muchos momentos. Veo con mis propios ojos la vida renovada de tantos jóvenes, de sus familias y de nosotros mismos.
Vidas que son testimonio de luz, esperanza y alegría.

Gracias Señor por el Don de la Comunita Cenacolo
Gracias Señor porque en ella tu corazón late en cada testimonio de vida
Gracias Señor porque es un lugar en donde te veo y te toco con mis manos.
Gracias, Señor

Agnès

Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. Mateo 11, 4-5