Niños de la calle

 

“Sé muy bien que solo puedo asombrarme
ante el hecho de que muchos jóvenes
se hayan hecho misioneros,
porque todo esto no nació ni fue programado por mí,
sino que Dios lo ha suscitado en el corazón de ellos
y yo lo acepté con alegría.
Mi mayor deseo es dejar
Que Señor suscite en la intimidad
de muchos jóvenes
intuiciones santas y limpias,
y darles el valor para seguir
el camino de Dios.”

Madre Elvira

Las misiones para ”los niños de la calle” nacieron en el corazón de algunos jóvenes, especialmente de Nicola, nuestro hermano que hoy ya está en el Cielo, que ofreció su vida y su enfermedad para que “la semilla de vida” de la Comunidad pudiera acoger también a los niños de la calle, huérfanos y abandonados, consciente que es en la infancia donde se generan las heridas profundas que después llevan al mal, a la droga, a la violencia.
Luego de años de espera y oración, la Providencia, nuestra fiel amiga, incansable y generosa compañera de viaje, no se hizo esperar. El Proyecto Misiones se hizo realidad permitiéndonos recibir en tierras lejanas el tesoro más grande del mundo: los niños, pupilas de los ojos de Dios.
Primero en Brasil, luego en México y Perú, ahora también en Liberia….familias misioneras, jóvenes voluntarios, hermanas y hermanos consagrados, dedican gratuitamente un tiempo o toda su vida para acoger, compartir la vida y reeducar a niños huérfanos y abandonados que son entregados por las estructuras sociales en cada país.
Compartir diariamente las alegrías y  las fatigas de la educación desarrolla un amor paciente, fiel, generoso, que sabe perdonar, recomenzar, hacer surgir la bondad que hay en el corazón de cada hijo de Dios.
Dar, compartir, dejar el propio país se hace alegría verdadera, alegría misionera, alegría que nace del entregar gratuitamente en el amor y el servicio lo que gratuitamente se ha recibido de Dios y de los hermanos.

 

PROYECTO DE VIDA CON LOS NIÑOS DE LA CALLE

CASAS DE FAMILIA
El método educativo que desarrollamos en nuestras misiones no es  un colegio o un internado, sino que deseamos recrear lo más posible un ambiente familiar, donde el niño pueda sentirse acogido, amado, educado, responsable, para poder sanar las heridas profundas causadas por el abandono y de recuperar la confianza en sí mismo y en los demás. Creemos que el calor de la familia es indispensable al niño para percibir el amor y para que se desarrolle verdadera y plenamente. Por eso, en la  misión, los niños están divididos en núcleos familiares de 8 – 10 personas, que tienen como responsable una pareja o dos misioneros/as laicos de la Comunidad, que como elección evangélica de servicio cristiano, comparten en la gratuidad total algunos años o la vida entera con los niños en este camino de reeducación en la belleza de la vida.
La jornada de los niños alterna momentos de juego, instrucción, deporte, responsabilidad, oración, espacios para compartir… El niño que viene a la Comunidad  derivado de organismos estatales de tutela de la infancia, debe sentirse escuchado y libre. En nuestras misiones no hay paredes altas ni portones cerrados con cadenas. Él debe quedarse por el amor que recibe, no por el miedo, y por eso, si no desea acoger esta propuesta, es libre de ser transferido a otra estructura en el momento que quiera, hablando con los responsables y con los asistentes sociales que lo siguen.

EDUCACION EN LA VERDAD
Los niños que recibimos normalmente vivieron una infancia muy triste, a menudo violenta, traen consigo un equipaje de gran soledad y bronca. Viviendo en la calle, asumen actitudes típicas del mundo de la delincuencia, sobretodo el miedo y la mentira. Por esto, todo el proyecto educativo gira en torno a la educación en la verdad, en el respeto a sí mismo sí y a los demás, en el descubrimiento de los propios dones positivos y de la belleza de la vida. Todo esto se lleva a cabo a través de la presencia constante de misioneros llamados los “tíos y tías”, que acompañan a los niños en sus variadas actividades. Se viven momentos en los que se busca compartir y hacer revisión de vida, en los cuales se ayudan recíprocamente a tomar conciencia de los errores y a tratar de modificarlos a través de pequeños propósitos concretos en el bien. Se da mucha importancia a la educación escolar, al desarrollo del aprendizaje mediante cursos de computación o arte, al deporte, y a las pequeñas responsabilidades familiares que el niño o el adolescente debe asumir. No es un huésped, y se debe sentir en familia también en lo que respecta a las pequeñas responsabilidades que debe llevar adelante con seriedad para el bien de todos. Todas las variadas actividades se orientan a una reeducación total de la vida del niño, que se descubre capaz de hacer el bieny con nuevas posibilidades para su futuro.

I NSTRUCCIÓN ESCOLAR
Mantenemos la instrucción escolar fundamental para el desarrollo y el crecimiento de los niños y para su futuro por lo que buscamos apoyarlos en una realidad escolar seria, que les permita un real aprendizaje, bagaje fundamental para su futuro.
Ampliamos después su conocimiento mediante cursos de computación, artesanía en madera, y otros… dictados por voluntarios disponibles. A los adolescentes les pedimos una mayor colaboración en las actividades de la casa y en los talleres (carpintería, horno para el pan, cultivo de la huerta, limpieza del parque, cuidado de los animales…) de modo que se sientan más responsables en la casa y puedan aprender un oficio útil para su futuro.

ENCUENTROS CON LA FAMILIA
No tenemos intención de sustituir a las familias de origen de los niños, sino apoyar su camino. Los que tiene parientes reciben periódicamente la visita de sus familiares. Con los asistentes sociales y los jueces de tutela de la infancia se evalúa la eventual posibilidad de una reinserción del niño en “su” familia, en el caso de que se diesen las condiciones educativas oportunas para esto y si el niño lo desea. Para no confundir los roles en el mente de los niños, los misioneros no son llamados “papá” y “mamá”, sino “tíos” y “tías”.